Desprecio: El barco del régimen abandonó a annoboneses en Bata

El barco de Annobón vuelve a ser eje de polémica.

La escena vivida en el puerto de Bata refleja, una vez más, el desprecio étnico y el maltrato sistemático que sufren los annoboneses por parte del régimen que, vale recordar, controla el traslado hacia la isla.
El único barco que viaja a Annobón cada aproximadamente dos meses —aunque su frecuencia real nunca es exacta— partió dejando en tierra a decenas de annoboneses que necesitaban regresar a la isla. El episodio alcanzó tintes inhumanos: muchos de ellos ya habían embarcado sus pertenencias, y aún así se les negó la subida. Algunos, incluso, tenían a hijos menores de edad embarcados.

Para lo ocurrido no había motivo alguno, fue una muestra de prepotencia y crueldad. En los hechos, el barco se encontraba semivacío. Los responsables del buque anunciaron que bajarían la escalera para que pudieran subir los pasajeros, pero en lugar de hacerlo cerraron la bodega y metieron marcha rompiendo los cabos, pese a la resistencia de los annoboneses que se negaban a soltarlos hasta ser admitidos a bordo. En el atropello quedaron separados familias enteras: madres en el barco con sus hijos en tierra y viceversa.

El incidente llegó a tal punto de cinismo que solo intentaron permitir la subida de una mujer que asegura tener una supuesta farmacia en Annobón. Pero los annoboneses, con dignidad y unidad, se opusieron: si ellos no podían subir, tampoco lo haría ella.A este abuso se suma un despropósito con los billetes. Según relataron testigos, la compañía entregó 500 pasajes solo a los adultos, dejando a los niños sin boleto bajo el pretexto de que serían cargados por sus madres. Sin camas disponibles y con todos viajando a la intemperie, los annoboneses aceptaron esas condiciones para poder regresar. Sin embargo, una vez en Bata, los controladores del barco exigieron que también los menores —incluso bebés de dos años— tuvieran billetes propios. Ese cambio arbitrario detonó el caos: cuando intentaron reorganizar la entrega de pasajes ya era “tarde” y los dueños del barco, lejos de buscar una solución, simplemente decidieron partir alegando que el buque estaba lleno.

El resultado fue la humillación de siempre: familias partidas, niños y pertenencias en un lugar, sus padres en otro, y un pueblo entero condenado a mendigar por un derecho tan básico como regresar a su tierra.

Este abuso no es un hecho aislado. Annobón depende exclusivamente de la llegada de ese barco —alquilado por el Estado guineano y propiedad de la familia de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo— para sobrevivir. Negar el acceso a los propios habitantes no es un simple error logístico: es una aberración que demuestra, una vez más, el racismo estructural y el desprecio étnico con que se trata al pueblo annobonés.

En Annobón se vive y se sobrevive por la llegada de ese barco. Y cada atropello de este tipo es un recordatorio brutal de la marginación impuesta desde Malabo, que condena a toda una isla a la humillación y el abandono.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *