La organización internacional Human Rights Foundation (HRF) rompió el silencio diplomático que todavía rodea el caso de los 37 annoboneses secuestrados por el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, y condenó públicamente las condiciones inhumanas a las que fueron sometidos durante casi un año en las cárceles de Black Beach y Oveng Azem.
“HRF condena las duras condiciones de prisión que Guinea Ecuatorial impuso a 37 activistas y ciudadanos annoboneses, a quienes las autoridades encarcelaron incomunicados durante casi un año por participar en protestas medioambientales pacíficas en la isla de Annobón en julio de 2024”, señaló la organización el 7 de agosto desde su cuenta oficial en X (antes Twitter).
Entre los detenidos estaban dos de las figuras más queridas y reconocidas de nuestra cultura: el poeta Francisco Ballovera y la cantante Paloma Alfaro, esta última, la única guitarrista femenina de la isla. Según HRF, ambos salieron de prisión “visiblemente debilitados”, y en el caso de Alfaro, con “la cabeza rapada, hematomas visibles y un cuerpo demacrado”.
La imagen de Alfaro al salir de prisión es devastadora. Lo que antes era una artista fuerte, con voz firme y presencia en la comunidad, fue devuelto al pueblo como un cuerpo frágil, encorvado, despojado de su dignidad por un sistema carcelario que solo busca quebrar.

La Fundación también publicó el testimonio desgarrador de Francisco Ballovera, quien fue arrestado simplemente por intentar llevar víveres a sus familiares, trasladados por la fuerza desde Annobón a Malabo tras protestar contra la empresa SOMAGEC y su uso indiscriminado de dinamita para la extracción de materiales preciosos con destino incierto. Su crimen fue el de la solidaridad, su castigo: casi un año de desaparición forzada.
“Ballovera fue arrestado por intentar llevar comida a los manifestantes detenidos. Salió de prisión visiblemente debilitado y con dificultades para caminar por sí mismo”, publicó HRF.
Las denuncias de HRF se suman a las declaraciones previas del empresario portugués Nuno Pimentel, quien compartió celda con los annoboneses en Black Beach. En su testimonio, reveló que los presos eran torturados, mantenidos en celdas hacinadas de 15 metros cuadrados, sin agua potable ni atención médica, y que pasaban hambre con una dieta de pan seco y leche condensada. “Como los annoboneses, yo estaba secuestrado. Ellos estaban conmigo. Personas mayores, tratadas con brutalidad. Era una pesadilla”, declaró.
HRF también denunció que la liberación del 18 de junio de 2025 no fue un acto de justicia, sino un intento deliberado del régimen de esconder a las víctimas. Todos los liberados fueron devueltos directamente a Annobón, sin pasar por Malabo ni ser presentados ante observadores internacionales. No hubo informe médico, declaración judicial, ni posibilidad de contacto con diplomáticos. Solo el silencio.
Desde la República de Annobón agradecieron el coraje de organizaciones como HRF por poner luz donde el régimen impone oscuridad. «Seguimos exigiendo verdad, justicia, reparación y libertad plena para quienes han sido brutalmente castigados por alzar su voz», afirmaron fuentes oficiales.