En esta imagen reciente, Francisco Ballovera aparece sostenido por dos compañeros. Necesita ayuda para caminar. Su cuerpo está visiblemente debilitado, su paso tembloroso, su rostro endurecido por el sufrimiento. Ya no es el escritor robusto, lúcido y sonriente que todos conocían. Es el reflejo viviente de las torturas físicas y psicológicas infligidas por el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Francisco fue arrestado el 22 de julio de 2024 en Malabo, tras intentar visitar a sus familiares annoboneses secuestrados en la isla de Annobón y trasladados forzosamente a Malabo, y recluidos en secreto.
Francisco fue detenido sin cargos, sin juicio y sin garantías procesales. Durante meses, permaneció en condiciones infrahumanas, incomunicado, sin acceso a abogados, médicos ni contacto familiar.

Francisco Ballovera (centro) junto con otros dos detenidos: Daniel Castellón y Diosdado Ballovera (médico cirujano).
Posteriormente, a espaldas de la Organización de las Naciones Unidas y sin notificación alguna, él y los otros 36 annoboneses fueron devueltos a la isla de Annobón en secreto, fuera del alcance de los diplomáticos, familiares y organizaciones internacionales. Allí fueron abandonados, sin atención médica, sin alimentación adecuada y sin condiciones mínimas de cuidado. Durante semanas nadie tuvo noticias de ellos.
Tras casi once meses de reclusión arbitraria, Francisco fue liberado el 18 de junio de 2025, como parte del llamado “indulto general” anunciado por Obiang. Pero este indulto no fue un acto de justicia, sino una estrategia de relaciones públicas para esquivar la presión de la comunidad internacional, después de que el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU publicara su Resolución 13/2025, declarando ilegal su detención y exigiendo su liberación inmediata, reparación e investigación de los responsables.
Lo que el régimen ha liberado, sin embargo, no es a un hombre libre, sino a una víctima marcada por el sufrimiento. Francisco ya no puede caminar solo. Necesita apoyo físico para mantenerse en pie. Su estado de salud es crítico. No ha recibido ninguna atención médica especializada, ni ayuda psicológica, ni compensación alguna. El daño ya está hecho.
Mientras tanto, el Gobierno de Guinea Ecuatorial permanece en silencio. No ha respondido a las Naciones Unidas. No ha pedido disculpas. No ha abierto investigaciones. No ha ofrecido ninguna forma de reparación. La impunidad sigue siendo absoluta, y el pueblo de Annobón continúa viviendo bajo represión, censura, aislamiento y miedo.
Esta imagen no debe pasar desapercibida. Francisco representa a todos los annoboneses reprimidos, invisibilizados, castigados por levantar la voz. Su cuerpo agotado, su paso inseguro, su expresión apagada son prueba de una represión sistemática que sigue activa.
La comunidad internacional debe actuar con firmeza. No basta con declaraciones. Es hora de exigir justicia efectiva, reparación integral y garantías de no repetición. Es hora de mirar de frente lo que Guinea Ecuatorial intenta ocultar.
Porque el indulto no borra la tortura. Y la libertad sin justicia no es libertad.