Mes de Mayo

Me recuerda mi infancia, mi época feliz en Annobón.

Cuando mi única preocupación era no llegar tarde a misa para no ser castigada al día siguiente en la escuela.

Papá Cándido encendía la central por la noche y se iluminaba las pocas farolas de la calle, y creo que ni nos dábamos cuenta, porque era una acostumbre, mientras en nuestra casa, la lámpara de bosque, abastecida con el petróleo comprado en la Alada, iluminaba la instancia, y a la hora de acostarse mi madre lo reducía al mínimo.

Me recuerda el repicar de las campanas, el Yandogo en la mano de camino a la playa con los pies descalzos, me recuerda tumbarme en la arena basu Lili, o buscando desesperada la camiseta que me puse para ir a la playa, colocada sobre un cayuco o enterrado en la arena que ahora no está, no lo encuentro porque las olas me han arrastrado a otro punto y me he desorientado. 

Me recuerda mi pelo lleno de arena, las carreras de largo para ir a lagū, y coger la arena fina y negra del fondo del mar con la boca… Los tímpanos empiezan a sonar tin, tin, tin. Me recuerda tirarme desde el muelle, comer pescado a diario, me recuerda tantas cosas…

Y sobre todo, querido lector, me  recuerda la felicidad. La felicidad en estado puro.

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