Por Priscila Pueyo Gerona (*)
Me llamo Priscila Pueyo Gerona, aunque todos me conocen como Txiki Pueyo. Lo que les voy a contar es la desgarradora historia de cómo perdí a mi madre cuando solo tenía dos años, una tragedia que marcó mi vida para siempre.
Mi abuela me contó, años después, que mi madre venía de nuestra finca en Matábobo. Al llegar, se duchó y empezó a cortar leña para preparar la comida. De repente, sintió un fuerte dolor en el abdomen. Mi madre estaba embarazada de siete meses en ese momento, y yo, con apenas dos añitos, no entendía lo que estaba ocurriendo. El dolor se intensificó rápidamente, y comenzó a tener diarrea y vómitos severos. En cuestión de minutos, se desplomó y perdió el conocimiento. La angustia se apoderó de nosotros, pero no había ningún sistema sanitario ni médico que pudiera socorrerla. La epidemia de cólera había paralizado todo, y solo podíamos mirar impotentes cómo mi madre y su bebé luchaban por sobrevivir.
El bebé se movía en su vientre, pero tras largos y angustiosos minutos, también se paralizó. Murieron juntos, madre e hijo, y fueron enterrados en el mismo ataúd por falta de medios sanitarios. En una situación normal, tal vez el bebé habría sobrevivido si se hubiera intervenido a tiempo. La escena de mi madre derramando diarrea y vómitos hasta que ambos fallecieron está grabada en mi memoria, y la impotencia de no poder hacer nada me persigue hasta hoy.
Las consecuencias de la epidemia de cólera marcaron la vida de cada familia annobonesa. Aún recuerdo la maldición que lancé a Epifanio Barril Bestué -de sobrenombre Epiblas-, quien tuvo la desfachatez de cuestionar la veracidad de mi relato, afirmando que el 80 por ciento de lo que decía era mentira. Sus padres eran apenas adolescentes cuando ocurrió la tragedia.
El dolor vino después del entierro, cuando empezamos a preguntarnos por qué no separaron al bebé del cuerpo de mi madre, aunque estuviera sin vida. Mi padre se enteró de lo sucedido un año después, cuando regresó a la isla con la intención de llevarnos a Malabo. La noticia lo destrozó; cayó en una profunda depresión de la que nunca se recuperó.
En 1993, durante la revuelta del Pedji, estaba embarazada de tres meses y tenía un bebé de dos años. Santo Daí, trabajador del Ayuntamiento de Pale, junto con los militares Fang, vinieron a nuestra casa buscando a mi hermano, quien luchaba por la causa de Annobón. Me llevaron al bosque de Palé como rehén, tratando de atrapar a mi hermano. Esta experiencia límite es solo una de las muchas que hemos sufrido.
Hoy comparto esta historia para que el mundo conozca nuestro sufrimiento y la injusticia que hemos vivido. Piensen en nuestro dolor antes de despertar viejos fantasmas del pasado con sus comentarios.
(*) Priscila Pueyo Gerona, de sobrenombre Txiki Pueyo, es sobreviviente de la cólera que arrasó la Isla de Annobón (abandonada por el gobierno guineano) en 1973.