Estrella Alfaro Aracil: Julio 2024 versus Junio 2025.
Las imágenes que comienzan a circular tras la liberación de los 37 annoboneses detenidos ilegalmente por el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo son un golpe directo al alma de cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad. Lejos de tratarse de una restitución de derechos, lo que ha hecho el gobierno de Guinea Ecuatorial es perpetuar la tortura a cielo abierto, humillar a sus víctimas y desafiar, con cinismo brutal, la resolución de Organización de las Naciones Unidas.
Uno de los casos más desgarradores es el de Estrella Alfaro Aracil, de cincuenta años. En las escuetas fotografías que han trascendido hasta el momento, Estrella aparece rapada, con el rostro magullado, ojeras profundas y una delgadez alarmante, apenas reconocible. Su cuerpo y su mirada gritan lo que las palabras ya no alcanzan a decir: ha sido quebrada, física y emocionalmente, por un Estado que ha hecho de la represión su forma de gobierno. Tras las torturas, la cantante annobonesa precisa de ayuda y asistencia para poder andar.

Estrella fue secuestrada en horas de la madrugada, arrastrada por un grupo de civiles sin identificación, sin orden judicial, sin explicación. Como tantos otros annoboneses, fue torturada, incomunicada, desnutrida y finalmente soltada, no por justicia ni humanidad, sino porque una resolución internacional lo exigía. Pero el régimen respondió con burla: la liberación fue solo una transición de celda. De la prisión de máxima seguridad del interior de Río Muni, Mongomo (Oven Aseng), al Gulag a cielo abierto más grande del mundo. Un lugar sitiado, arrasado, sin hospitales, sin medicinas, sin comida.
Hoy, Estrella y el resto de los liberados sobreviven en Annobón, un territorio completamente incomunicado, empobrecido a propósito, convertido en una suerte de campo de concentración a cielo abierto. Allí no hay abrigo. No hay ayuda humanitaria. No hay posibilidad alguna de recuperación. Lo que hay es hambre, miedo y vigilancia militar. Y una comunidad entera, condenada por diferencias étnicas.
Lo más trágico es que Estrella no es un caso aislado. Es un símbolo: todos los annoboneses fueron liberados con distintos grados y tipos de afecciones y enfermedades, incluso dos de ellos tienen paralizada parte de su cuerpo.
Estrella es el espejo roto en el que se reflejan todos los rostros de esta tragedia: docentes, artistas, ancianos, líderes barriales. Gente que alguna vez creyó que era posible vivir con dignidad, y que hoy paga ese sueño con una vida hecha ruinas. La mayoría no tienen ni ropa para cambiarse. Visten los mismos harapos que llevaban al ser secuestrados hace casi un año.
La ONU fue clara: estas detenciones fueron arbitrarias, racistas y sistemáticas. Actos de persecución por motivos étnicos, culturales y nacionales. El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas no solo exigió la liberación inmediata de los detenidos, sino también una investigación penal, una reparación económica y la difusión pública de la condena. El régimen no cumplió nada. Fingió un indulto masivo para ganar tiempo, exigiendo alabarle por su bondad. Y mientras tanto, los cuerpos y las almas de sus víctimas siguen cayendo a pedazos.
Según lo manifestaron autoridades del Gobierno de la República de Annobón, si alguno de los 37 liberados colapsa física o mentalmente en esa isla de hambre y silencio, la responsabilidad será exclusiva del régimen de Obiang. No hay excusas. No hay doble discurso. El derecho internacional ha hablado. Ahora le toca a la comunidad internacional actuar. Porque lo que ocurre en Annobón ya no es solo una tragedia local. Es una herida abierta en la conciencia del mundo. Y cada minuto de silencio que se le concede a Obiang es un permiso tácito para seguir torturando.
Actuar en estas situación es un signo de coherencia lo contrario es una indigna cobardía.
Ubuntu para los valientes de Ambo Legadu, sois ejemplo para el resto de los pueblos de Guinea Ecuatorial y África en su conjunto.